En la planicie tensada, a 90 kms de Punta Arenas se resquebraja entre coirones una fisura rocosa, una herida abierta en las tierras esteparias. Perfecto para escabullirse al interior del manto topográfico y así buscar un asilo del viento.
Ellos lo hicieron, que desde extensas caminatas en la pampa hallaron el resquebrajo de la tierra, allí donde dejaron sus huellas, en la paredes del hogar pasajero que les brindó la Leona y así demostrar por los siglos venideros algún sentido de pertinencia y de paso un agradecimiento.
Cultural y de memoria, es este paisaje donde hoy cobijan una colonia de aves, las cuales han hecho de la cueva la arquitectura de los nidos, entregándonos un paisaje lleno de vida, de habitabilidad silvestre, un paisaje dinámico y de refugio milenario. Es el hogar del pasado, pero también de hoy. De esos refugios que salvan vidas en el encierro abierto.
Geolectura
Hacia Laguna Blanca bajan quebradas abruptas, cuyas blancas paredes resaltan en la pampa seca y marrón. Están hechas de cenizas volcánicas, grandes flujos de vapor y ceniza que se desplazaron rápidos, silenciosos y letalmente ardientes desde un centro volcánico desconocido.
Su arquitectura de láminas finas en la base delinea la topografía y sobre ellas se deposita masivamente la ceniza formando un depósito de cerca de 8 m de espesor, al enfriarse, los gases escapan dejando enormes mosaicos de burbujas.
Cuando retrocede el lóbulo glaciar que cubría Laguna Blanca justo al Norte, entonces comienza la era fluvial, los caminos del agua comienzan a dibujarse, como finas líneas, capilares de este sistema sanguíneo de la Tierra.
Siempre hacia abajo, hacia el agua y la laguna cada vez más vacía, sequía. El agua cortó la suave ceniza preglaciar, sin resistencia; el agua abriendo los caminos de la vida, creando protegidos oasis para la vegetación, roedores, aves y humanos.