Observamos la costa del Seno Otway cuando vamos de camino a Río Verde y a Isla Riesco. Es parte de nuestros paisajes de ruta, esos panoramas que te acompañan inalterados por un largo trecho y que por la planicie extensa y tensada de su alrededor pareciera que podemos ver un horizonte kilométrico. Permite observar hasta largas distancias, fusionando el agua con la costa en un solo plano horizontal.
Aquella costa es la unificadora entre cordones montañosos, la primera alerta de que nos estamos acercando a la zona de archipiélagos de la patagonia, donde la horizontalidad con la verticalidad contrastan a rabiar y con ello poder exacerbar una conciencia de las espacialidades naturales, una conciencia que pocos lugares en el mundo te brindarán.
Geolectura
Ese lugar donde el agua se encuentra con la tierra, donde el rítmico oleaje mueve las arenas lijando la roca, ese lugar de influencia lunática, electromagnética, eso es una playa. Este límite agua-tierra, cada pocos miles de años, se mueve tierra adentro, o también hacia el mar.
A treinta metros sobre el nivel del mar, al costado del camino que bordea el Seno Otway, pueden verse los perfiles sedimentarios de antiguas playas. Están hechos de arena, formando bellísimos ángulos entre las capas finas, bajo el suelo orgánico.
La tierra se alzó; el hielo pesa la mitad de lo que pesa una roca, pero genera grandes volúmenes que desaparecen en muy poco tiempo, generando un rebote de la corteza sobre el manto terrestre. El peso desaparece, la corteza sube, y el efecto es mayor a medida que nos acercamos a los campos de hielo.